El ciclo de la producción de vino se extiende a lo largo de todo el año y va mucho más allá de la época de vendimia y la transformación de la uva en vino. Comprende unas labores que se extienden durante meses y que se repiten de forma periódica cada año.
Por lo general, el ciclo del viñedo se inicia en primavera, tras los meses de parada biológica en invierno, y finaliza en otoño con la recolección de la uva. Repasamos todos los momentos clave por los que pasa la vid a lo largo del año:
Febrero y marzo: lloro
Sí, el viñedo llora. Lo hace conforme el invierno se acerca a su final y se acerca la primavera. Justo cuando la planta recupera su actividad biológica y la temperatura del suelo supera los 10º C, la raíz vuelve a absorber agua y minerales.
En este momento, el viñedo recupera su actividad y los nutrientes recién absorbidos suben por el tronco hasta salir en forma de ‘lágrimas’ a través de las ‘heridas’ dejadas durante la poda.
Marzo: brotación
La primavera trae consigo un despertar de toda la naturaleza. Y esto, por supuesto, incluye la vid. En nuestro caso, los primeros brotes verdes empiezan a asomar a través de las yemas y dejan ver lo que, pronto, serán las nuevas hojas del viñedo.
Abril y mayo: foliación
Las hojas alcanzarán su apogeo cuando la primavera también llegue a su momento de plenitud. En este momento, se suele hacer la llamada ‘poda en verde’, que deja en la planta solo las mejores yemas.
Esta tarea de mantenimiento del viñedo asegura una mejor producción y, sobre todo, una calidad superior en el vino obtenido al final del proceso.
Mayo y junio: floración
En función de aspectos climatológicos del año en curso, la floración del viñedo se producirá antes o después. Es en este momento cuando se dejan ver los primeros ‘granos’ de lo que, muy pronto, será la uva.
El crecimiento, más o menos rápido, dependerá también de la temperatura y las horas de Sol que cada día incidan sobre nuestro viñedo.
Junio y julio: fecundación
La inminencia del verano abre las flores para que se produzca la fecundación. Es una fase que debe tener lugar con buen tiempo, ya que la lluvia en este momento podría destrozar la cosecha de todo el año.
Julio y agosto: envero
Conforme avanza la estación más calurosa del año, la uva pierde clorofila y cambia su tonalidad del verde inicial hacia el rojo o azul-violeta, en el caso de las uvas tintas, o amarillo dorado, para el de las blancas.
Cuando el envero se de por terminado, podemos decir que la uva ya está totalmente formada, a falta de acumular azúcares, y se puede estimar la fecha de inicio de la vendimia.
Agosto y septiembre: maduración
Como mencionábamos en el punto anterior, la fruta madura solo necesita acumular azúcares en este momento del año. Esto hace que los taninos se suavicen y que el sabor de la uva se torne más dulce.
Septiembre y octubre: vendimia
Al alcanzar el punto óptimo de maduración, comienza la época de vendimia. Con mucho mimo y cuidado, se recolectan las uvas directamente de la viña y tratando de realizar el menor daño posible, que afectaría a la calidad final del vino.
Octubre a febrero: parada vegetativa
Finalizada la vendimia, la viña se prepara para recibir el frío perdiendo sus hojas y entrando en una fase de letargo que se extenderá durante todo el invierno, dando paso después a un nuevo inicio del ciclo fenológico.